Nada más retrógado e involucionista. Nada más acomplejado y fascista, por su carácter impositivo. Nada más alejado del conocimiento y de la modernidad. Nada más próximo a lo caótico e irracional, a la carencia de visión, de perspectiva futura, de inteligencia colectiva.

Porque yo sé entender lo que es el amor al terruño propio, el valor y la identidad de la lengua, el paisaje y la idiosincrasia de un pueblo, de una región o de un estado. Amo a Córdoba y a España, mi país. Pero creo que anteponer estos conceptos a la visión actual de un planeta global, dinámico y único es, cuando menos, ignorante, egocéntrico, caduco, represivo y lleno de intolerancia con la discrepancia, cuando no lleno de una maldad indisimulable. Por eso me parece increíble que solo una parte de catalanes independentistas persistan tan afanadamente en algo tan arcaico y fascistoide. A estas alturas de la historia, ¿quieren ustedes desunir por narices lo que estuvo unido en la historia y lo que con el paso de los lustros no habrá mas remedio que volver a unir?…¿quieren imponer por la fuerza una identidad pueblerina y de segunda división que se diluye en nada ante la identidad más coherente y sólida de una Europa unida?…¿quieren anteponer las reivindicaciones de una historia interesadamente inventada y falseada a la modernidad que disfruta de la ausencia de fronteras e imposiciones?…¿es que prefieren ser trogloditas y aislados por su obcecación antes que modernos y universales?.

Los nacionalismos son la antítesis de la modernidad y de la democracia, que tanto valor da a las minorías no gobernantes. Un buen partido no nacionalista gobierna para todos, consciente de su temporalidad. Pero un partido nacionalista pretende ser hegemónico, partidario, impositor y antidemocrático, es decir fascista, aunque se haya apoyado en los valores democráticos para ocupar el poder. ¿Cómo es posible separar lo que estuvo unido justo cuando la tendencia geopolítica es unir los pueblos? Pensar que planteamientos de este tipo arrastran a millones de ciudadanos resulta aterrador.

El Brexit es un ejemplo claro de retroceso, aunque lo decidió la mayoría de los votantes. Lo que ocurre es que la evolución aprende de sus errores y al constatarlo lo corrige con el tiempo. Es claro que los británicos volverán a Europa en el futuro, pero también lo es que tendrán que suplicarlo y negociarlo. La colectividad hay que desearla, aunque sea como un método para mejorar la eficiencia. En un mundo de integración, el Brexit y otros planteamientos similares suponen retrocesos evolutivos que hemos de experimentar forzadamente porque solo el tiempo es el que restituye el error.

Bandera Unión Europea

Desde el mundo biológico, el nacionalismo es lo más parecido al cáncer. Un número incontrolado de células de un ser, comienzan a sentirse ajenas a su entorno y, por razones desconocidas, comienzan a dividirse de una forma anárquica y desordenada, invadiendo y destruyendo lo que siendo propio se convierte en enemigo y ajeno. Con una información errónea en sus códigos,  perpetúan un crecimiento impositor que acaba con la vida del ser anfitrión en el que crecen, destruyendo así también su propia viabilidad.

Aún estamos a tiempo de desacreditar y desenmascarar unos nacionalismos trasnochados, destructores y estúpidos. Estamos en unos tiempos en los que  ya no caben las involuciones. Es hora de progresar sociológica y globalmente. Se puede amar y hacer respetar lo propio sin necesidad de amputaciones ni repudios. La biología de la unión es más atractiva que la patología del rechazo y la intransigencia. Seamos biológicos en vez de patológicos. Déjense de estupideces por favor.

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