La compleja construcción del yo, como ente que explota a lo largo de su vida, conlleva la exigencia de ver coherencia en la trayectoria. Difícil afán del ser humano el sentirse coherente y a gusto en su propia evolución hasta el final. En la sucesión de días, noches, meses, años, lustros y décadas nos cuesta mucho detectarla y orientar su rumbo, solo atisbos de ella al mirar atrás. Somos lo que queremos, pero también somos la respuesta de lo que acontece en la vida.

Hacer de un proyecto vital y del acontecer una expresión coherente ante nuestros ojos puede resultar poco menos que imposible. De entrada es precisa la autocrítica más severa. Podemos engañar a los demás pero no a nosotros mismos. El que no la practica se autoengaña y autosatisface, pero en el fondo él o ella saben que todo es falso.

Por otro lado, el que ejerce la autocrítica no puede ser feliz, ya que si realmente aplica la coherencia, se obliga a ser consistente y consecuente con lo que brota de su ser y ello puede afectar a otras personas. Queremos construirla con nuestros actos pero parece que todo sale inconexo y alborotado, como producto de la progresiva «explosión» vital. ¿Cómo ordenar y hacer coherente una explosión?. Es como tratar de comprender el mensaje de un texto en el continuo escribir de sus letras. Cuando el trazo de la letra, o el pulsar de cada tecla, no es posible adelantar el pensamiento  que su escritura quiere transmitir. Las letras son solo vehículo de expresión y cada una de ellas aislada no sabe hacia qué se dirige el pensamiento elaborado que plasma su escrito. Las letras son, y se sienten también, como nuestros actos, inconexas y alborotadas, sin entender que el pensamiento viene de un cerebro que lo elabora y simplemente las encadena para su expresión escrita.

Parece pues que la solución al enigma de nuestra existencia coherente o no solo es posible al final, cuando ya todo esté «escrito» y adquiera significado. Mientras tanto, ¿cómo intentar conducir? … ¿cómo luchar desde cada letra para conseguir un texto inteligible y coherente que pueda ser leído al final de la vida? … ¡Oh coherencia! … solo es posible anhelarte, sabiéndote tan difícil de alcanzar. Además, con el dolor de saber que nunca sabremos si al final  la alcanzamos.

La coherencia es precisa la autocrítica más severa
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