El conocimiento adquirido y acumulado es accesible a todos o a casi todos y ello nos permite pensar y expresar libremente. La conexión entre los seres es cada vez mayor y el intelecto ya no es posesión de nadie. El intelecto somos toda la humanidad viviente que lleva la antorcha, la que ya no está y la que ha de venir.

Como meras  proteínas en sus posibles caminos evolutivos, asumimos nuestros errores y atrocidades, nos equivocamos pero buscamos otros mecanismos más eficientes. Aunque todo sea un lento plan de evolución, el intelecto progresa en los eones del tiempo, conociendo cada vez más, acumulando saber y aumentando nuestras capacidades. Pero el conocimiento sobre la vida en el planeta y el estudio de su registro nos permite ver una historia como la resumida. Nos volvemos a preguntar, ¿qué querrá la naturaleza?, ¿Qué querrá de su forma más evolucionada?…Si queremos dar respuesta a todo esto, ¿por qué no indagar en nosotros mismos?

Yo creo ver un plan en marcha desde los comienzos de la vida en el planeta. La Naturaleza evoluciona sin conocer la ruta, pero sabiendo a donde va. Su verdadero objetivo es encontrar el camino. Aunque emprende muchas rutas  que suponen arborizaciones, siempre progresa por la acertada, cuando la encuentra. Cuando da con un mecanismo eficaz, lo explota y perpetua, consiguiendo así explosiones de vida como la cámbrica. Todos los mecanismos con los que parece alcanzar un éxito evolutivo los incorpora a todas las especies en curso y ya siempre las mantiene. De manera que todos los mecanismos incorporados son los responsables de que estemos vivos y de que estemos pensando y hablando de ello.

El intelecto es producto de la naturaleza y puede representar otro mecanismo más cuya potencialidad es aún desconocida. Su desarrollo puede dar pié a la desaparición de la vida en el planeta o puede llevarnos a utilizarlo como instrumento de un gran progreso en la evolución de los seres vivos.

La humanidad es hoy consciente de la capacidad que tiene de influir en la evolución de la vida. Sin embargo, camina por un mar proceloso, sin saber qué hacer. Existe un claro desajuste entre el conocimiento adquirido y el egoísmo reinante. Los gobernantes siguen sus historias de espaldas al público, los estados egoístas y ofuscados en guerras y negocios que son de otro tiempo. Y al margen, el pueblo que queda atónito ante tal desajuste. Yo sé que somos gran mayoría los que ansían una evolución inteligente y programada, adaptada a los tiempos y en la que podamos colectivamente influir de forma favorable. Podemos y debemos, no nos queda mucho tiempo para enfocar en el camino.

El intelecto en el plan, sigue evolucionando

Pero la historia siempre ayuda. La vida aprende de sus errores. La vida es frágil y temporal, siempre especies de corto tiempo para sus respectivas aspiraciones. La vida muere con facilidad, pero revive cada día, se perpetua y se autoalimenta. El intelecto, su propia herramienta nueva, puede también mirar al pasado para aprender. Aprendiendo cómo funciona la vida se tienen mejores perspectivas para entender sus planes. Hubo pasos importantísimos que acabaron con etapas de estancamiento. Quizás ahora la vida dispone de otra gran oportunidad. Ya veremos.

Pero, volviendo a la historia, uno de los pasos más espectaculares fue la creación de los seres multicelulares. La vida estaba sujeta a individualidades que se comían unas a otras, sin apenas capacidad de evolución. Sin embargo, las primeras asociaciones celulares  dieron lugar a un ser vivo superior que supo saltar del caldo celular, iniciándose una gran progresión de la vida. Desconocemos el mecanismo mediante el cuál hubo tal grado de acuerdo entre los seres unicelulares, pero no deja de maravillarnos la cohesión celular en los seres multifunción. Renunciar a la individualidad para dar vida a otra superior. Generar el soporte mutuo entre las células con un fin superior. Tamaño logro no es baladí.

Como digo, yo creo que hay un plan similar en marcha. La Naturaleza observa y ve cómo las individualidades de su forma más avanzada nadan en un caldo parecido al de las células primitivas, sin saber a donde ir. Imperan los objetivos egoístas de individuos, grupos, estados y contra-estados. Nos comemos literalmente unos a otros para sobrevivir, para satisfacer todos los egoísmos, todas las ansias de poder, todas las prebendas, todos los continuos atropellos…El pez grande se come al chico, nada varía en el enfoque. Se trata pues de un caldo muy inestable y de escasa capacidad evolutiva que no sea la que nos lleve a  la autodestrucción,  más tarde o más temprano. Otro camino evolutivo más sin salida. Como el caldo es terrorífico, hay mucha individualidad dispuesta al esfuerzo de saltar. Solo faltaría la magia para que se produjera un nuevo “accidente simbiótico”, algo inesperado e inexplicable, como entonces, que haga posible ese grado de acuerdo para constituir un ser superior formado  por la unión de todas sus individualidades, la humanidad como cerebro de la vida en el planeta. El mundo animal y vegetal en la integración y el sustento. Ya no se trata de asociarse por algo, sino de actuar coordinadamente en tejidos especializados y órganos de función que den soporte al ser superior.

Si los seres humanos supiéramos imitar a la naturaleza en sus diseños podríamos ofrecer a las siguientes generaciones la posibilidad de luchar por ese rumbo. Si la vida es una, ¿por qué no hacer la unidad?. Pero esto es viejo, la unidad siempre se ha perseguido, aunque es tan compleja la diversidad individual que solo por la fuerza se ha intentado. Reminiscencias de nuestro origen animal. Si nos damos cuenta, es algo que persiguieron todos los colectivos a lo largo de la historia, por lo que llevamos mucho tiempo en el “plan”.

Ya sea por imposición, como de costumbre, como por convicción, los seres humanos se agrupan por causas y objetivos que pretenden sean aceptados por todos. Solo la doctrina única parece unir a las masas a lo largo de la historia, pero esta siempre fracasa. Tan solo la libertad y la democracia han demostrado avances en el bien común, a pesar de la gran mayoría de los políticos. Pero claro, estamos aún en fases muy primitivas de un proceso que ha de desarrollarse, una posible ruta en la evolución.

La vida en el planeta es bien diversa, pero tiende a ser uno. Una unidad corporal, el planeta entero, y un espíritu sustentándolo. Ese es su objetivo. Y para ello tiene un plan en marcha desde su inicio. El plan es llegar a eso aún sin conocer el camino, el cual solo se descubre al realizarlo. La vida es paciente y hace muchas pruebas, emprende ramificaciones y genera posibilidades. Todas prosiguen su camino o se extinguen pero más lejos llegan las que tienen éxito en el avance evolutivo. La equivocación en los procesos vitales es asumida puesto que se eligió como método la multiprueba aleatoria. Lo verdaderamente maravilloso son los mecanismos evolutivos. Una superingeniería de diseño elegantísimo para garantizar la supervivencia de sus seres diversos, guardando todo lo que funciona. Pero además, creando el mecanismo diseñado para hacer la vida consciente y para dotarla de capacidad para entender el plan y ser capaz de influir en la evolución de forma favorable. Naturalmente, también asume la Naturaleza el que en el envite la vida “inteligente” se equivoque y se autodestruya, o quede estéril para progresar, como tantas otras especies. Si así fuera, ya se emprenderá otra vía.

Los clásicos ya hablaban de ello. La idea de Gaia es la del planeta vivo, único ser global al que tendemos. Vida armónica y única, toda ella integrada. Si la comparamos con la de un ser vivo actual es como si comparamos el individuo con la célula. Las individualidades se unieron para dar soporte a los seres multifunción. La vida ya sabía que como consecuencia del entendimiento y cooperación entre nuestras células, el organismo que su asociación genera llega a ser mucho más que la mera suma de sus partes constitutivas. ¿No es así?. Solo podemos avanzar si seguimos el plan, si lo analizamos y sacamos sus enseñanzas. Para ello hay que partir de asumir unitariamente que todos los seres vivos del planeta somos meras células aisladas y perdidas en el magma vital. Hay que organizarse, buscar la conexión máxima entre las personas y ponernos en marcha en la construcción de tejidos y órganos que sean partes constitutivas de un solo ser. Así de fácil de comprender, así de difícil de realizar.

Sin embargo, cabría esperar un algo mágico que posibilite ese camino. Hay que confiar en que La Naturaleza siempre encuentra la manera de llevar adelante su plan. No se si para eso el intelecto colectivo esté ejerciendo ya, inconscientemente, su función y esté encargado, como mero enzima, de convertirse en uno de los mecanismos que impulsen  la gran misión. Ante nuestros ojos, somos como hormigas ante una gigantesca obra de ingeniería, pero ellas con su tenacidad y esfuerzo lo consiguen. Son pasos intermedios demostrativos del valor del empeño individual en lo colectivo. La vida sabe cómo hacerlo.

Pero la consciencia del ser humano actual, con tal grado de avance a su disposición, parece haber llegado a un punto crítico. Se sigue luchando por buscar la unidad y la igualdad. Sabemos de los intentos incesantes de la naturaleza para evolucionar socialmente: el amor, la familia, las religiones, las asociaciones, la política y su forma mas avanzada, la democracia, la sociología, la libertad, la lucha étnica, los nacionalismos…y también las guerras. No son sino intentos para progresar en la unidad de los seres hacia algo que desconocemos, pero que todos parecemos anhelar.

Por otro lado, el transcurso de la vida es corto y complejo para cada individuo. Viaje largo y corto a la vez, diría yo, lleno de acontecimientos que influyen o incluso determinan una forma de orientar el recorrido. Al caminar el sendero ardiente de vivir, somos exploradores en la selva vida y la excesiva maleza en el trayecto puede condicionar rumbos erráticos…La influencia del acontecer es significativa en cada individuo, de tal forma que un transcurso favorable también influye en la forma de vida y en la toma de rumbos coherentes con lo que cada persona lleva en su equipaje. Las almas viajan en los cuerpos, en un corto tiempo dado, para ser antorcha efímera de la vida viva. También la salud del vehículo determina. Todos los seres vivos estamos en el borde o “edge” de la expansión de una energía llamada vida.

En nuestro trayecto contamos con la enseñanza histórica que dejaron los que ya no están y que, como nosotros ahora, fueron el borde de la expansión vital en su día. La conexión entre los seres no solo ha de conseguirse entre los vivos, sino que ha de enlazar con la vida del pasado y los seres del futuro. Muy lejos aún nos encontramos los humanos de ese grado de identificación, aunque hacia ella caminamos. Los convencidos hemos de asumir con realismo que solo tenemos la oportunidad de dar ínfimos pasos, para que nuestra descendencia pueda dar otros más largos y eficaces. El tiempo nos unifica a todos en su transcurso. Eso hace que la vida consciente avance y se transmita intemporal.

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