La consciencia es la capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella. También implica el conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos y reflexiones. De hecho, conlleva el conocimiento reflexivo de las cosas. Llamamos consciencia psicológica al acto psíquico por el que un sujeto se percibe a sí mismo en el mundo.
Todas estas definiciones de la consciencia nos hacen ver que no solo es el ser humano el que la posee, sino que todos los seres vivos animales y, muy probablemente, los vegetales poseen su propia consciencia. Sin duda, esta consciencia fue evolucionando en la escala zoológica según condiciones del entorno. Cuando hablamos de la consciencia humana pensamos que es la más evolucionada, la que tiene una percepción más clara de nuestra posición en el universo. Y es cierto que es así. En nuestro tiempo podemos contemplar como los seres humanos hemos ido progresando en la historia del pensamiento hasta alcanzar la consciencia colectiva actual. Es decir, la consciencia humana progresa más cuanto más sabe, aunque lo haga lentamente.
Contrasta saber hoy día tanto y no haber encontrado aún una nueva consciencia algo más elevada. Sorprende que el ser humano, homínido evolucionado, aún arrastre los objetivos vitales del mundo animal. La muerte, la alimentación y la búsqueda de poder sobre otros seres siguen siendo los tres grandes objetivos de la vida humana. Las personas los alcanzan de 3 formas: comiendo, buscando poder o dinero y simplemente… muriendo, el más sencillo de los objetivos, pues nos viene dado. En todos estos objetivos debemos progresar.
Todo ser vivo necesita alimentarse de seres vivos o recién muertos y este objetivo no nos diferencia de los animales, por muy civilizada que sea la industria alimenticia. Alimentación para subsistir y, en muchos casos, como deleite, lo cual en ciertas personas genera “sobrealimentación” y sobrepeso, muy perjudicial para la salud. Este anclaje en el objetivo de alimentarnos precisa de una distribución generalizada y de una moderación, aún disfrutando los deleites de una buena mesa. También cabe esperar avances en comidas sintéticas que hagan más fácil la alimentación generalizada, necesaria para subsistir. Al menos, serán necesarias para los futuros viajes espaciales. Por tanto, esos son los objetivos de progreso en la consciencia humana, alimentación accesible a todos y procurando no engordar por salud y bienestar, junto al ponderado deleite ocasional de la buena mesa.
En cuanto al segundo objetivo animal que arrastramos, la búsqueda de poder y dinero, lastra igualmente el progreso de nuestra consciencia. Al conocer la realidad circundante toda persona humana, de forma casi inconsciente, busca ascender en influencias sobre otros sujetos de su entorno, o de entornos más allá del próximo. Si estas influencias son positivas para el receptor y se hacen con cariño, aunque sean ejercicios de poder, representan la buena evolución del objetivo vital, ayudar a los demás. Pero desgraciadamente, muchas personas persiguen poder y dinero de forma obsesiva y consumen su vida en su consecución, siempre insatisfechos pues nunca bastante es suficiente. Otros, para ascender en poder y dinero, no dudan en perjudicar al prójimo y ejercer múltiples maldades, lastrando, inconcebiblemente en nuestro tiempo, ese enfoque vital de la consciencia humana. Los comportamientos humanos debieran evolucionar, pareciera que están anclados en el tiempo. Hay que actualizarlos para progresar. La imposición por la fuerza ya no tiene cabida en la consciencia humana del siglo 21, pero aún ahí sigue. Difícil progresar en ese objetivo, pero necesario.
El último objetivo es la muerte y no lo podemos evitar. Casi todo el mundo quiere seguir estando vivo y con salud, pero todos sabemos que más tarde o más temprano enfermamos y morimos. Aunque mejoran cada vez más los cuidados médicos, (lo que prolonga la vida de las personas), el ser humano aún no ha conseguido la inmortalidad. Todos sabemos que moriremos y vivir pendiente de ello es no vivir adecuadamente. Nuestra consciencia al respecto requiere progresar en el concepto. Morir no es tan trascendente como haber vivido. Es simplemente su final. Y si se ha luchado por vivir y se ha vivido el irnos no será tan malo. Las religiones y nuestra intuición nos hablan de otra vida después de muertos, lo que de alguna forma dulcifica el peor objetivo. Pero nuestra consciencia solo puede existir estando bien despiertos. Dormidos y muertos no hay consciencia que valga. De manera que debemos progresar no viendo la muerte tan trágica, aunque tanto duela la de los seres queridos que se van. Para morir solo hay que estar vivo, lo que nos hace pensar que más que el llegar al final lo importante es el trayecto. Los seres humanos vivos hacen un viaje de unas 6 docenas de vueltas alrededor del Sol (edad media de vida de unos 75 años). Ese es el trayecto, durante el cual evolucionamos y crecemos. Nuestra consciencia progresa en el objetivo si es capaz de percibir que es mucho mejor pensar en el viaje, que en cuando acaba. Es preciso vivir siempre con intensidad para no perder el tiempo. Creo que ya mucha gente piensa así y trata de aprovechar el camino llenándolo de sentimiento, única forma de progresar adecuadamente en el objetivo de morirnos.
La consciencia humana debe seguir progresando en los 3 objetivos de origen animal mencionados, pero a estas alturas de la historia humana habría que buscar otros 3 o 4 nuevos objetivos vitales sobre los que plantear la vida y sobre los que se pueda también progresar. El primero sería vivir la vida con pequeñas aportaciones o invenciones temporales. Potencialmente, toda persona lo puede hacer, aún sin ser consciente de ello y, además en cualquier momento de su vida. Todo ser humano aporta a lo colectivo, aunque tanto se desperdicie. Pueden ser etapas, ciclos o momentos puntuales pero la invención o la aportación de uno para con alguien siempre surge en la vida de las personas. Dar ayuda y sentimiento a los demás y entre los pueblos y naciones debería ser un objetivo vital para una nueva consciencia.
El segundo objetivo sería hacernos bien conscientes de ser simplemente el resultado de condiciones transitorias que cambian conforme avanza la vida. Cada persona es más si acepta y entiende esto. El tema es saber adaptarnos a cada condición que surge, esperada o inesperada. Las personas mayores lo sabemos, pero habría que trasladar ese conocimiento a la infancia, la adolescencia, la juventud y la madurez. Que se convirtiera en algo innato que nos acompaña mientras vivimos. Entender que solo ser ese resultado, en cada fase del viaje, nos sitúa más y mejor y nos hace ser humildes.
El tercer objetivo vital sería hacernos plenamente conscientes de que nada es permanente ni tan profundo como a veces creemos. Todo va cambiando en el viaje. Cualquier pasado glorioso no vuelve. Adquirir consciencia de lo transitorio de las cosas y de lo poco que valen. Por muy profundo que parezca siempre casi todo acaba siendo banal. Y es que así es en lo individual, aunque lo contrario en lo colectivo. Todas las aportaciones personales, grandes o pequeñas, agigantan lo colectivo. Hagamos todos juntos un panal de miel, como hacen las abejas, diluyamos nuestra individualidad en el gran caldo colectivo.
Finalmente, hay un cuarto objetivo vital asequible a todos. Como define el diccionario de la RAE, la consciencia es la capacidad de reconocer la realidad circundante y de relacionarse con ella. Nuestra realidad circundante ya no es pequeña, ni territorial, ni pueblerina, es cósmica. Vivimos en un pequeño planeta azul de una mediana estrella, nuestro Sol, inmersos en un brazo de la Vía Láctea, nuestra Galaxia, junto a miles de millones de otras galaxias en el tiempo y en el espacio. La más cercana, y aproximándose, es la Galaxia Andrómeda, a más de 2500 millones de años luz. La Ciencia ha sido el vehículo que el Universo ha utilizado para conocerse a sí mismo. Gracias a la Ciencia nuestro entorno es cósmico y esa percepción no la poseen otras especies. Tampoco la poseían nuestros ancestros por mucho que al cielo miraran. De manera que si el entorno cambia también debe hacerlo la capacidad de relacionarse con él. Nuestra casa es el Planeta Tierra, tan frágil y amenazado. Pero oiga, un solo país. Todos vamos juntos en el viaje. De manera que la consciencia humana colectiva ha ganado mucho conocimiento sobre quién somos y donde estamos. Al expandir esa percepción se minimiza lo territorial y lo mundano, y se crece en lo colectivo, en lo sentido globalmente. Esta vía de progreso en nuestra consciencia debía generalizarse porque además a mi entender da paz y serenidad. Si el entorno se expande, aprendamos a cambiar nuestra relación con él. Ganemos en consciencia cósmica.