Hospital Reina Sofía de Córdoba
– Una historia ocurrió –
Lo que hoy consideramos como normal, o bien establecido, nos llega a parecer irrelevante. El Hospital Reina Sofía es lo que es y todos los cordobeses nos sentimos orgullosos de él. Pero si miramos hacia atrás para ver cómo fue su desarrollo, hay que resaltar que no fue una ordenación políticamente diseñada, sino que fue el producto de la determinación de muchísimas personas que lo hicieron posible. La historia del Hospital Reina Sofía de Córdoba es justo la historia de una ilusión y de una determinación. El empeño de muchísimos profesionales de la sanidad cordobesa que han hecho posible el Hospital. Nuestro anhelo inicial era simple, pero a la vez bien complejo. La población cordobesa, y la de su entorno, no debiera recibir diferente atención médica que aquella residente en Nueva York, o en Rotterdam, o en París, por poner ejemplos de sociedad moderna. Los primeros tiempos fueron muy duros, pues era construir de la nada y sin ayuda, cambiando enfoques, creando una nueva cultura no bien recibida al inicio, salvando obstáculos indefinibles, superando todas las dificultades inimaginables. Lo que hoy día es el Hospital Reina Sofía (HRS) es el producto de periodos llenos de esfuerzo sanitario desde sus comienzos, junto a un cúmulo de acontecimientos convulsos de sus sucesivas épocas, muchos de ellos con un carácter casi mágico.
La llamada, inicialmente, “Ciudad Sanitaria Reina Sofía” fue el último Hospital del franquismo y vino a parar a Córdoba para sustituir el antiguo Hospital “Teniente Coronel Noreña”. Todo lo que ocurrió desde los inicios está en la mente de los que lo vivimos, pero resulta difícil de narrar. Mucho sanitario joven de aquella época, bien formado en otros centros acudió a la llamada de Reina Sofía. De manera que de la nada surgió un colectivo improvisado, consciente de serlo, en la construcción de algo común perseguido con afán. Siempre pensé que alguien debería haber escrito algo al respecto, no por nada, sino para dejar constancia de lo que sucedió. Ninguno de los testigos se ha decidido a hacerlo aún, por lo que me siento obligado a escribir, al menos, un bosquejo de lo que ocurrió. Por supuesto, desde mi punto de vista personal, omitiendo quizás algunos hechos importantes junto a otras personas que fueron trascendentes. No hay espacio para tanto, pero sí quiero hacerlo desde la perspectiva personal dentro del Servicio de Cardiología, al que tengo el orgullo de haber pertenecido. Hace unos meses, el actual jefe de Servicio de Cardiología, el Dr Pan, me invitó, junto a otros, a una reunión en el salón de actos del Hospital para celebrar el cateterismo número 100000. El título de la ponencia que propuso fue: “Hemodinámica en Córdoba. Del servicio de electro a un reconocimiento internacional”. Dudé mucho si ir o no. Al final me decidí a hacerlo y a contar lo que pasó. Expongo a continuación un resumen de lo que fue mi intervención junto a otras consideraciones y datos del Hospital que creo vienen al caso en esta historia. Mi presentación, comenzaba así:
Queridos amigos, mezcla de placer y nostalgia es lo que yo siento ahora, pero fuera de aspectos sentimentales, yo vengo aquí a contar la historia de una ilusión, tal y como yo la viví. A los nuevos valores médicos que se incorporan cada año poco les importa lo que pasó, simplemente aplican lo conseguido. Pero a veces, reflexionar sobre cómo todo sucedió también enseña a valorar mejor lo que se tiene. Celebrar 100000 cateterismos no es más que celebrar un número y los números simplemente se suceden unos a otros. De lo que hablan, en sí, es de tiempo, y es el tiempo el que pasa inexorablemente, modificándose en su transcurso tanto las circunstancias como la realidad del momento. Las épocas también se suceden unas a otras, creándose así la historia de las instituciones. Para empezar el cuento de esta historia, situémonos precisamente en el tiempo en que comenzó:
Los comienzos
El Hospital se había abierto en 1976, sólo unos pocos lo ocupaban entonces y lo inauguraron, entre ellos el Dr Antonio Torres aquí presente, con el que hubo sintonía clara desde el principio. Por aquel entonces, yo me había formado en la CS La Paz de Madrid y en 1976 era médico adjunto con plaza en el famoso Piramidón, Hospital Ramón y Cajal, aún por inaugurar y en comisión de servicios en La Paz. Allí conocí al Dr Manuel Concha, que iba a opositar a la plaza de Jefe de Servicio de Cirugía Cardiovascular en Córdoba. Me gustaron sus ideas y de repente salió una plaza de Jefe de Sección de Cardiología en el HRS y, sin pensarlo 2 veces, eché los papeles. Pasados unos meses, aún no muy seguro de mi decisión, recibí la llamada del Prof Dr José Antonio Jiménez Perepérez, jefe de Departamento, para conocer el grado de interés que yo tenía. La sanidad estaba centralizada entonces en el INSALUD, en Madrid, y había un famoso plan 19 para el HRS cuyo plazo acababa pronto. Había una dotación importante para cardiología y había que preparar el equipamiento antes de que yo me examinara para la plaza. De no hacerlo, la dotación de cardiología tendría que esperar nuevos planes de equipamiento en el futuro. Aquello sin duda me ilusionó. Durante meses me puse en contacto con las casas para elaborar una dotación de un servicio moderno para la época, con hemodinámica, ecocardiograma, fonomecano, VCG, Holter, Pruebas de Esfuerzo…, aparatos todos que supuestamente irían llegando poco a poco.
Me decidí y me vine a Córdoba. Siete de Junio de 1977 fue la fecha de mi incorporación al HRS. Cuando llegué lleno de sueños, casi se me cae el alma a los pies. Cardiología ere una pequeña Sección dentro del Dpto de Medicina Interna. Dos adjuntos (Dr Berjillos y Dr Triviño) y yo. El Dr Triviño se fue pronto y su lugar lo ocupó el Dr Javier Pasalodos. También había varios residentes entre los que se encontraban el Dr Arizón, el Dr Sancho, La Dra Trapiello y el Dr Tejero. Todos ellos fueron muy grandes, tanto entonces como a lo largo de su vida profesional y personal. Dentro del hospital las comunicaciones ya eran difíciles. No había teléfonos sino intercomunicadores que se pulsaban para llamar…Desde la planta yo llamaba…¿Cardiología?…”No señó, aquí er servisio de electroooo”…Creía morir con la respuesta…
La hemodinámica adjudicada no llegaría hasta 1980, pero el primer cateterismo cardiaco se realizó en Noviembre de 1977, gracias a la generosidad del Dr Miguel Canis, radiólogo de gran prestigio y trayectoria, quien compartía con nosotros una vieja sala radiológica de placas seriadas. Nosotros llevábamos un portátil de radioscopia (trauma) y un monitor de ECG, junto a una línea de presión. Introducíamos los catéteres y una vez en posición trasladábamos la camilla al punto de seriación de placas, realizando la inyección de contraste a ciegas… Había que esperar al revelado de placas para ver el resultado. Es fácil adivinar que, en ocasiones, el revelado mostraba cómo el catéter se había salido de su sitio en el trasiego y había que repetir la angiografía. En estas terribles condiciones se hicieron los primeros 500 cateterismos trabajando 2 días en semana. Gran parte de esta experiencia se enfocaba a cateterismos en congénitos, valvulares y algún coronario diagnóstico.
En el año 78, la Sección de Cardiología se convirtió en Servicio independiente, con la llegada del Dr Federico Vallés como Jefe. Con él, el Servicio creció y se desarrolló, aumentando la plantilla. Comenzaron a llegar los aparatos, se incrementó la relación con Cirugía Cardiovascular (Dr Concha), comenzó la Cardiología Pediátrica. A pesar de tener también el Hospital Materno-Infantil, las cardiopatías congénitas que surgían eran remitidas sistemáticamente a Hospitales de Sevilla. El Dr Concha y yo, convencimos al Profesor Armando Romanos, Jefe de Departamento de Pediatría, de que eso debía de cambiar, existiendo en el Hospital un equipo médico-quirúrgico con experiencia en el tema. Gracias eternas al Profesor Romanos, un gran profesional y un auténtico caballero en sus ideas y en sus gestos. La actividad pediátrica creció con éxito, gracias a una inestimable ayuda de todos los servicios pediátricos, con los que se estableció una verdadera unidad de acción. El Servicio creció en prestigio y comenzamos a presentar en el congreso de la Sociedad Española de Cardiología nuestras primeras aportaciones.
La llegada de la primera sala de Cateterismo con cineangiografía y un magnífico polígrafo HP disparó el número de cateterismos, lo que coincidía con el inicio del gran “Boom” del intervencionismo. La primera fibrinolisis intracoronaria en el infarto de miocardio se realizó en Febrero de 1982. La primera angioplastia coronaria con balón, un año después. A partir de ahí, un sinfín de técnicas diagnósticas y terapéuticas se desarrollaron, algunas de ellas pioneras en el mundo. Crecieron nuestras aportaciones científicas, que ya no se circunscribían al ámbito nacional sino también al internacional, donde en aquel entonces era muy raro encontrar aportaciones españolas. El crecimiento era evidente, lo que estaba en consonancia con lo que ocurría en otros servicios del hospital, como la Hematología con avances pioneros y prestigiosos que dieron pié a todos los programas de trasplante del Hospital, la Unidad de Cuidados Intensivos, Digestivo, Respiratorio, Cirugía Cardiaca, Cirugía Torácica (dirigida por el gran Dr Javier López Pujol), Cirugía General y Digestiva, con el Prof Dr Carlos Pera al mando. El Dr Pera fue pilar fundamental del Hospital, como también lo fue Don José, el Prof Jimenez Pereperez. En cualquier caso, todos ellos, Servicios surgidos de la nada y también con una bonita historia que contar. Lo cierto es que se daba una muy buena sintonía inter-servicios y había sentido de Hospital. Los presupuestos del centro venían de Madrid y parecían consecuentes con el crecimiento del Hospital. Se estaba gestando un espíritu de lucha.
Nace un espíritu
Nació entre todos, un espíritu de entrega y lucha por nuestro centro, que luego fue llamado “Espíritu Reina Sofía”. No solo se velaba por el servicio propio, sino que el progreso de otros servicios era intercambiado y celebrado, se estrechaban lazos de colaboración muy fácilmente. Se intercambiaban los avances y se comentaban en sesiones conjuntas. Los servicios de mantenimiento y la propia administración se sentían partícipes del avance médico.
Había la percepción de estar haciendo un esfuerzo común por preservar el Hospital y potenciarlo como institución, con ilusión por avanzar juntos en la explosión del conocimiento que vivíamos. Porque coincidiendo con este estado de cosas, el avance en el saber médico comenzó a tener un crecimiento insólito, que fue geométrico en los últimos 35 años. El ejercicio de la profesión en esas épocas resultaba inédito en toda la historia de la Medicina.
Nunca antes, los profesionales médicos habían vivido una época tan prolongada de avances continuos en todos los campos que juntos aprendíamos y compartíamos. Además de la práctica diaria, el aprendizaje continuo. Optamos también por avanzar en organización e interconexión entre los profesionales y la administración, para ofrecer a los pacientes una atención cardiológica de calidad, sabiendo aunar el avance con la racionalidad del presupuesto existente. Quisimos también enseñar sin reservas todo lo que aprendíamos y fomentar la transmisión del conocimiento, conscientes de que la labor colectiva posee un valor muy superior en el acto médico. Optamos por el cariño y el calor a la persona enferma y sus seres queridos, poniendo máxima profesionalidad y cariño en su tratamiento. Nuestra posición estrictamente profesional nos llevó a ser modestos, sin afán de notoriedad, sin otro deseo que una mejora continua de la actividad asistencial. No había más conexión con la sociedad cordobesa que el íntimo contacto e implicación con la parte de ella que enfermaba del corazón. Sin embargo, llegó el momento de colaborar con la sociedad a través de las asociaciones de enfermos y ya hace muchos años que nos relacionamos con la Sociedad de enfermos trasplantados. Después vinieron otras como ASPACACOR, la asociación de pacientes que han sufrido un infarto de miocardio. Don Alfonso Otero, presidente de esta entidad, ha luchado toda su vida por mejorar la salud y el bienestar de toda la sociedad cordobesa. Gracias a su perseverancia, se han conseguido grandes logros para el Hospital, como la Rehabilitación Cardiaca. Su afán por Córdoba merece mayor reconocimiento.
Los coroneles y la crónica de una hecatombe anunciada
Pero volviendo al desarrollo de los acontecimientos, llegó un momento en que, con la implantación del estado autonómico, la Sanidad fue transferida a Andalucía en 1986. De repente, lo que era algo bien organizado y con experiencia con el Insalud al mando, cayó en las manos de inexpertos políticos que no hacían nada por escuchar y conocer las situaciones. Los presupuestos se derivaban preferentemente a centros de Sevilla e infravaloraron el potencial del HRS, al que ponían de ejemplo como hospital rentable, poca inversión y mucha producción, todo a bajo precio. Al final de los 80, el HRS fue nombrado Hospital del año en España. A esos logros, sí que se apuntaban los políticos. El personal sanitario del centro percibía el deterioro y la intromisión profesional. Aumentaban las plantillas de la administración sin que se modificaran las sanitarias. El Espíritu Reina Sofía empezaba a cabrearse. Había una protesta constante y algún dirigente político venía a hablar con algunos médicos en cenas, casi clandestinas, para ver si se apaciguaban los ánimos. Todo eran promesas, pero las protestas y quejas razonadas continuaban. En Sevilla nos llamaban “Los Coroneles”, situándonos como golpistas griegos, cuando todo nuestro interés era el centro, no había connotaciones políticas ni personales en absoluto. La prensa local se hizo eco de nuestras protestas y venían periodistas al Hospital a conocer más detalles y a reflejar el descontento. El empecinamiento en el ahorro llegó a un punto que el propio personal de mantenimiento advertía del deterioro del túnel de servicios, señalando los posibles peligros. Nada se invertía en él ni en sus reparaciones. El menoscabo duró años. Todo el Hospital estaba en riesgo. La atmósfera se caldeaba cada día y el Hospital entero trabajaba muy profesionalmente, pero era muy contestatario. “Grubi a la UVI”, se leía en carteles por los muros y los ascensores, en alusión al gerente de entonces, el ahorrador.
En el transcurso del tiempo ocurrieron cosas importantes. Al perder el poder nacional el PSOE, había que colocar a los altos dirigentes, y la Junta de Andalucía quiso que el Sr Temes, ex subsecretario de Sanidad, viniera como gerente para manejar un hospital tan contestatario y conflictivo. A los 3 días de su llegada, algo terrible sucedió. Como se había anunciado reiteradamente, ardió el túnel de servicios. El hospital se llenó de humos y hubo que desalojarlo por completo de urgencia. De la noche a la mañana, nos quedamos sin hospital y sin hospital no había contestación, sino al contrario, esperanza de que el nuevo gerente, prestigiado político, lograra renacer el hospital. La indignación fue mayúscula entre todos los sanitarios, que incluso muchos se convirtieron en héroes rescatando a muchos pacientes. El Dr Antonio Torres escribió un gran artículo en la prensa local que tituló “La maldición de Casandra”, parodiando el poco caso a las profecías que se habían hecho. El Espíritu Reina Sofía clamaba al cielo, pero no había hospital, no había contestación sino súplica de restitución. Los pacientes se trasladaron al Hospital General y los cateterismos urgentes se realizaron en el Hospital Cruz Roja en Grupo Corpal, gracias a la sala que allí había. Pasaron muchos meses para que el hospital se rehiciera poco a poco. En su transcurso, el gerente se encerró en su despacho, no recibía a nadie ni nadie podía sospechar el plan que estaba urdiendo. Con la empresa Eulen, pretendía centralizar todo el suministro médico a una sola empresa, una especie de Corte Inglés de los suministros médicos, que compraría sin saber y que supuestamente abarataría los precios, imponiendo los materiales a cada servicio.
Al conocerse los planes, la protesta fue unánime, no solo los servicios se negaban sino que la propia FENIN, asociación nacional de suministradores médicos, lo discutía. Sevilla les presionaba al máximo para que aceptaran a Eulen como suministrador único en Córdoba, único Hospital del SAS. Aún sin ponerse en marcha el proyecto, el Sr Temes presumía de todo lo que ya había ahorrado. Publicó en la prensa y presentaba por doquier lo que él llamaba “El modelo Córdoba”, un modelo de ahorro que impedía el progreso tecnológico, apartando las empresas de los servicios médicos y obligando a estos a utilizar un material impuesto. La consejera Martinez Aguallo amenazó tanto al FENIN que al final querían aceptarlo como mal menor y, al ver nuestra oposición firme, recuerdo cómo el Sr Javier Colás, miembro del FENIN, llegó a tildarnos de “quijotes” chalados que no conseguiríamos nada. Mi indignación era tal que no daba crédito. Cuando resulta que nuestros concursos, que se hacían con gran compenetración con la dirección económico-administrativa, eran copiados por otros hospitales del SAS, por ser los más ahorradores y efectivos, resulta que lo que funciona bien quiere ser sustituido por “El modelo Córdoba”…
En una noche de concentración escribí un artículo titulado “El Espíritu Reina Sofía y el Modelo Córdoba” que fue publicado en el diario ABC. No es por nada, pero a los 3 días, el Sr Temes dimitió o le hicieron dimitir. Nos daba igual, pero habíamos triunfado, todo el Hospital ganaba.
El plan Eulen quedó para material no médico y la relación con los suministros y los suministradores reestablecida. El FENIN respiró y Javier Colás se tuvo que tragar sus palabras de días previos a la dimisión del Sr Temes, quien desde entonces se dedicó a la empresa privada y afortunadamente desapareció del mapa. Por fin llegaron gerentes con otro talante y Sevilla colaboró en la reconstrucción prometida. Ya nunca más se habló de “Los Coroneles”, pero ahí queda para la historia. Los Coroneles representaban el sentir sanitario, con derecho a opinar y denunciar los problemas que iban surgiendo en el seno del Hospital. Todos los estamentos estaban identificados con la postura profesional sintiéndose con ella potenciados.
Desde los Celadores hasta las Secretarias, concienciando a todos de estar haciendo un ejercicio profesional eficaz que hay que ir perfeccionando cada día. No admitíamos interferencias de la Administración en el funcionamiento de los Servicios, dirigidos de forma profesional. Los sanitarios éramos nosotros, no la administración. Recuerdo una anécdota bien celebrada por todos. En una ocasión, el director médico de turno decidió suspender la operatoria ante un supuesto déficit en el banco de sangre, tomando el mando del banco. Inmediatamente, el Dr Torres, Jefe de Servicio de Hematología, se presentó en el despacho del director médico, se quitó la bata y se la arrojó a la cara, mientras le decía…ahora, el Servicio entero lo diriges tú… Del estupor al realismo de golpe, se deshizo en disculpas. Todo volvió a la normalidad, como es fácil de entender. El Hospital era solidario y la institución consolidaba su Espíritu.
Los años 90
Pero volvamos al crecimiento del Servicio. Los años 90 fueron de un crecimiento exacerbado y el prestigio del centro también fue aumentando. El Dr Vallés consiguió aumentos de la plantilla e hizo crecer al Servicio. Por su prestigio nacional fue elegido como Presidente de la Sociedad Española de Cardiología con lo que la presencia internacional también creció. Con el paso del tiempo, también el Dr Anguita lo sería. De 2 salas de hemodinámica pasamos a 3, se desarrolló el trasplante y crecieron las biopsias y la propia actividad. La revascularización coronaria percutánea parecía imponerse y nuevas técnicas terapéuticas con balón se fueron desarrollando. El Dr Segura (primero alumno, luego residente y luego gran cardiólogo del Servicio) desarrolló la Electrofisiología diagnóstica y terapéutica con gran éxito y sus avances continúan. Se incrementaron los tratamientos percutáneos en cardiopatías congénitas. Por auténtica necesidad, se luchó por una cuarta sala que a comienzos de siglo llegó. Un mínimo de 12 a 16 procedimientos programados al día, además de las urgencias, que iban en aumento. El Dr Arizón del Prado, uno de los médicos residentes del inicio, acabó por centrarse en el trasplante cardiaco y en la insuficiencia cardiaca terminal, apoyando a tope el programa de trasplantes cardiacos que inició el Dr Concha con tanto éxito. Se desarrollaron las técnicas diagnósticas intracoronarias y se incrementaron las técnicas terapéuticas, copando la mayor parte de las revascularizaciones coronarias, incluyendo el infarto de miocardio. Fuimos el primer centro del mundo en aplicar el stent en el infarto agudo, tratamiento gold-standard en la actualidad en todo el planeta. Las presentaciones internacionales y las publicaciones científicas en revistas de impacto crecían cada año y Córdoba se convirtió en Centro de prestigio a nivel nacional e internacional.
Corpal y el Dr Medina
Llegados a este punto de la historia, tengo que hablar de una persona especial que influyó de forma muy generosa, tanto en mí como en todo el Servicio, aún sin pertenecer a él. Me estoy refiriendo al Dr Alfonso Medina, de Las Palmas de Gran Canaria. Yo conocí a Alfonso en el Hospital La Paz, donde tras su formación en Cardiología en La Clínica de la Concepción, obtuvo una plaza de adjunto en la Unidad Coronaria del Hospital La Paz. La conexión profesional y vital fue clara desde el principio y nos hicimos muy amigos. El planificaba volver a Las Palmas para, partiendo de cero, crear un servicio de cardiología moderno en su tierra, en el Hospital del Pino, lo cual coincidía con mis sueños de participar en algo parecido en Córdoba, mi amada ciudad. La vuelta a nuestra tierra coincidió en el tiempo y las dificultades de los principios muy similares. En una época sin móviles, las largas conferencias telefónicas de noche eran muy frecuentes y en ellas compartíamos todos los avatares. Lo cierto es que también el crecimiento en los servicios en ambos hospitales fue muy paralelo. Viajábamos juntos a los cursos y congresos sobre intervencionismo sin parar de hablar sobre el tiempo de expansión científica que estábamos viviendo. Sin perder cada uno la identidad institucional creíamos que debíamos afrontar los avances de forma conjunta. Podíamos diseñar juntos los proyectos, establecer las variables en estudio y obtener la información.
Surgió así otro espíritu, el espíritu Corpal. Las siglas Cor de Córdoba y Pal de Las Palmas querían significar otro sueño, el sueño Corpal. En él, debíamos:
1) Afrontar el avance humildemente, pero con la firme decisión de participar en él como colectivo intelectual.
2) Responder científicamente a las cuestiones que nos planteamos.
3) Aprender por nuestra práctica médica antes que por el estudio de la experiencia de otros.
4) Fomentar el mundo de las ideas.
5)Tratar de avanzar juntos por el mismo sendero, pues teníamos las mismas dificultades, esperanzas y humildad.
En el sueño estaba implícita la ausencia de personalismos dentro del grupo, apostando por la suma de mentes al unísono como un arma portentosa para avanzar y mejorar. Era un acuerdo entre personas, no tenía rango institucional, aunque ambos centros colaboraban, había intercambio de residentes y contacto entre los gerentes.
En 1987 se realizó el primer curso Corpal en el HRS, con retransmisiones “in vivo” de procedimientos ante una audiencia en el salón de actos del hospital. Después de ese primer curso, llegamos a desarrollar hasta 6, 3 más en Córdoba y 2 en Las Palmas, con transmisión vía satélite incluido. En aquellos tiempos y con la tecnología de entonces, esta forma de transmisión teórico-práctica fue vanguardista. Con el tiempo, todos vemos cómo se han generalizado pero en aquel entonces era complejo y había que atreverse a hacerlo, no periódicamente, sino justo cuando el Corpal quería compartir avances. Además de los cursos, innumerables aportaciones científicas en revistas de impacto. Cada principio de año había un “brain storming” de un fin de semana, generalmente en Córdoba. De él, salían los abstracts para el Congreso Europeo, el American Heart y American College, es decir, los congresos cardiológicos más importantes, a los que asistíamos participando ininterrumpidamente durante 2 décadas. En definitiva, cuento esta historia porque el Dr Medina ha aportado mucho a nuestro Servicio durante muchos años, se ha sentido parte de él, sumándole al nuestro todo el suyo. Pensé que debía contarlo, aunque mucha gente lo sabe. Desde que nos dejó y yo dejé Reina Sofía, el Corpal sólo existe en otros Hospitales de Córdoba, pero el espíritu perdura entre las personas.
Los años 2000
Con la llegada del nuevo siglo, el Servicio de Cardiología siguió creciendo. El arsenal diagnóstico y terapéutico aumentaba sin cesar en el intervencionismo. Primero, el tratamiento electro-fisiológico de las arritmias se multiplicó con éxito, favoreciendo la evolución de un número importante de pacientes con alteraciones del ritmo. Después, el cierre de defectos cardiacos, luego la terapia celular y luego el implante percutáneo de válvulas se fueron desarrollando. En 2007 se implantó la primera válvula Pulmonar. En 2008 se implantó la primera válvula aórtica. Poco después se implantó el primer Mitraclip para la insuficiencia Mitral. Los implantes valvulares revolucionaron el manejo de muchas enfermedades y continúan avanzando en la actualidad. Siempre fuimos conscientes de que, en el futuro, todas las válvulas cardiacas se implantarían de forma percutánea, lo que sé que conseguirán las próximas generaciones.
Los tratamientos farmacológicos también crecieron y se perfeccionaban en el pre y post trasplante. La insuficiencia cardiaca grave era tratada cada vez mejor. Increíble el crecimiento de la cartera de servicios que Cardiología ha abierto a la sociedad cordobesa enferma de corazón a lo largo del tiempo. Las distintas épocas se sucedían una tras otra, pero nuestro afán e ilusión perduraban. La colaboración con otros Servicios del Hospital en temas pioneros continuó siendo la seña de identidad del HRS. En particular, con la Hematología se hicieron los proyectos de Fibrinolisis Intracoronaria en los años 80 y, en los 2000 se avanzó conjuntamente en proyectos de Terapia Celular que dieron renombre al Hospital. La relación con Cirugía Cardiovascular fue muy buena hasta que el Dr Concha se marchó. Después, todo cambió. Hubo también muy buena sintonía con la UCI, sobretodo en el infarto y con el Servicio de Anestesia. Con Anestesia la colaboración fue progresiva. Primero en los estudios hemodinámicos pediátricos y luego en el desarrollo de la anestesia en el Intervencionismo global. De la primera época destacaba la labor del Dr Alemany, con gran implicación en los procedimientos. En los años 2000 surge con fuerza el papel de la Dra Mercedes Lafuente, Anestesista pediátrica y de adultos, gran profesional que mostró una empatía especial con todo el equipo y que vivía los procedimientos con pasión y con inestimable ayuda. Con el tiempo, se hizo experta en este tipo de anestesia específica y para mí no había nadie como ella. Literalmente, se fundía telepáticamente con el equipo en el desarrollo de la intervención y en el logro de los objetivos. Fue un auténtico placer trabajar con la Dra Lafuente y su equipo ulterior.
Qué decir del placer de la enseñanza y del aprendizaje. Como profesores de la Facultad de Medicina, frecuente trato con estudiantes, siempre con buena sintonía, algunos con mucho interés al rotar por el Servicio. También recibíamos Fellows de otros centros de España y del mundo que estaban aprendiendo en el Servicio. En general, muy gustosa la relación que quedaba cuando marchaban. Pero, sobre todo, la intensa relación con los médicos residentes que pasaron por el Servicio en su periodo formativo. Más de un total de 70 de ellos pasaron por el Servicio durante 5 años de sus vidas, en los más de 40 años transcurridos. Curioso que algunos de los actuales cardiólogos del Servicio hayan sido primero estudiantes, luego residentes y finalmente contratados en el Staff. Y es que la chispa surgía pronto en el tiempo. Cinco años de residencia son 5 años de amistad, en un periodo de la vida muy especial, la formación. Los planes formativos han evolucionado mucho con el tiempo. Al principio no había plan alguno y cuando yo llegué al Hospital ya había 4 residentes en espera de ser formados en Cardiología, algo que estaba por construir. Yo recuerdo que les decía que había que hacerlo entre todos y ellos tenían que asumir su papel de aprendizaje y su responsabilidad como médicos, que crecía y crecía, compartiéndola siempre. Como antes dije, todos fueron magníficos. Dos de ellos ya no están con nosotros (Dr Manuel Sancho y Dr Ignacio Tejero) y otros dos ya jubilados (Dra Trapiello y Dr Arizón), pero los 4 pueden considerarse los pilares esenciales, junto al Dr Bergillos (también fallecido) y el Dr Pasalodos, en la construcción inicial del Servicio. La formación se fue perfeccionando diseñándose los programas. Con ellos en curso, el residente tenía que pasar un año entero en Hemodinámica, lo que solía ser en su cuarto año, es decir, ya casi cardiólogos y conocedores de todas las áreas del Servicio. Yo siempre me empeñaba en que la rotación por hemodinámica fuera intensa y productiva, pero con un alto nivel de exigencia. Creo sinceramente que todos lo agradecieron. Acostumbrados, como estaban, a un horario de 8 a 3, allí se entraba a las 8 pero la hora de salida era desconocida, simplemente cuando acababan todo el cometido, lo que podía ocurrir a las 9 o las 10 de la noche. Nadie se negó a ese planteamiento. Con el tiempo, hacían todo más rápido y podían salir a las 8 de la tarde. Si había guardia no se libraba.
El residente en hemodinámica comenzaba el aprendizaje por la mañana ayudando en todos los procedimientos diagnósticos y terapéuticos, con una participación progresiva. Procedimientos que había que informar. Tras un breve piscolabis siempre había una sesión informal en la que se veían todos los casos del día. Con el tiempo, esa sesión se hizo grande y muy beneficiosa para todo el personal. Se llegó a construir un aula diseñada para eso, con todas las posibilidades audiovisuales de mostrar imágenes y transmitir procedimientos. Mucho empeño, y algo más, empleé en la construcción de esa sala. También este avance tecnológico fue imitado en muchos otros Servicios de España, una forma increíble de compartir el continuo aprendizaje. Después de la sesión, se hacía el parte para la mañana siguiente y se presentaban los pacientes que se iban a sondar. Por el resto de la tarde, el residente debía hacer en planta la evaluación pre-cateterismo del día siguiente, hablar con el paciente y con los familiares y tenerlos preparados incluyendo medicación al respecto. Al acabar esa labor, el residente dejaba la planta y volvía a cateterismo para finalizar los informes del día e introducir todos los parámetros de esos enfermos tratados en la base de datos de cada proyecto en curso. Eran todos imbuidos en los proyectos y participaban en las investigaciones. Muchos de ellos hicieron sus tesis doctorales dirigidas por nosotros durante su rotación y después hasta su presentación en la Universidad de Córdoba.
Sé que todos guardan un buen recuerdo de esa etapa y con la mayoría siento aún una estrecha relación, al menos en el recuerdo y la amistad. Todos ellos eminentes cardiólogos distribuidos por toda la geografía española y alguno de ellos fuera de España, son la muestra viviente de la labor formativa del Hospital Reina Sofía. Creo que fue en el año 2010, cuando organizamos un nuevo curso audiovisual que se titulaba “Reencuentros en la tercera fase” en la que invitamos a todo el ex residente que quisiera venir. Vinieron muchos de ellos y el reencuentro fue inolvidable.
El papel de la Enfermería
Finalmente, quiero enfatizar lo que ha supuesto Enfermería en el desarrollo del Hospital. Nada hubiera sido posible sin la entrega de un personal sanitario tan excepcional en la primera línea de fuego. Yo siempre he defendido que la práctica médica no es diferente para médicos o enfermeros, es simplemente conjunta. No hay dos Medicinas, una para enfermeras y otra para médicos. He asistido a las lógicas reivindicaciones de Enfermería como entidad profesional, junto a estúpidas intromisiones y separaciones por parte de alguna dirección de Enfermería, pero en el acto médico son profesionales trabajando a mi lado, eso era lo que importaba. El cómo hacerlo era un desafío en construcción por ambas partes. Yo siempre quería los mejores profesionales para el Laboratorio, donde tantas vivencias conjuntas suceden y se sufren. Miraba con atención cómo actuaban ante el enfermo y aprendía mucho de ellos. Siempre creo que ellos también sentían mi apoyo y admiración, tanto en la planta como en registros y consulta, como en lo más cercano, Hemodinámica.
Recuerdo que en un principio la dirección de enfermería aceptaba que el personal de Hemodinámica fuera de alguna forma seleccionado. Yo les entrevistaba y les hablaba de nuestro proyecto. También ocurría con las auxiliares clínicas y hasta con los celadores. Se buscaban los mejores sanitarios. Me fijaba en personas en la planta de Cardiología y en Cuidados Intensivos, sitios de donde procedió la mayoría. Les explicaba que todo estaba en construcción y que teníamos que aprender todos juntos. El caso es que así lo hicimos y se formó un equipo conjuntado en la sala y alrededores que sentía bien el papel de cada uno en el cometido conjunto. Se creó la consciencia de equipo y de la importancia de lo que hacíamos, junto al placer de un continuo aprendizaje. Con la constante incorporación de técnicas diagnósticas y terapéuticas, cada cual asumía su papel y en cada procedimiento parecía existir lenguaje telepático e intuición exacerbada, para adelantarse, para ser rápido e intuitivo.
No me parece nada fácil que supieran asumir el papel que les correspondió, hasta el punto de desarrollar una especialidad en Enfermería que antes no existía. A veces, cuando me convertía en observador sentía verdadero orgullo, al verles trabajar, anticiparse, aconsejar y sentirse elemento clave en el objetivo de cada acto médico, todos lo eran. A lo largo de tantos años los equipos han ido cambiando y solo algunos han permanecido por más de 20 años. Las vivencias conjuntas en todas las épocas son inolvidables y la amistad y el cariño son para siempre. El grado de implicación de algunas auxiliares era total. Cuando me sentía perdido en el procedimiento, miraba hacia atrás y desde el control recibía siempre influjos positivos o gestos de ánimo. Todos sentíamos la implicación con el paciente, asustado muchas veces. Comenzaba en el celador, nuestro querido Paco Hernandez Mancha durante tantos años, quien en el traslado le hablaba y le iba tranquilizando. Al llegar, auxiliares y enfermeros dan cariño y seguridad al paciente. Para crear una atmósfera de serenidad siempre me gustaba trabajar con un tenue hilo musical que casi siempre era apreciado por los pacientes. La música era relajante, la seleccionaba yo y se exportaba a otras partes del Servicio, como la planta y registros externos. Mucho personal lo apreciaba. Al terminar el procedimiento el paciente satisfecho se sigue sintiendo acogido y protegido por todo el equipo. Resultaba espectacular para mí observar todo el proceso.
Aunque sé que historias parecidas se han dado en otros lugares y hoy día los equipos hemodinámicos son buenos en todas partes, yo creo que lo que sucedió en Córdoba fue algo mágico que unía personas y mentes con un afán común, el paciente. Desde las secretarias, siempre desbordadas por el trabajo, la organización, las llamadas, la programación, los informes, etcétera. Enfermeras y enfermeros de auténtica talla trabajaron en Hemodinámica con toda profesionalidad, creando como digo una especialidad nueva en Enfermería. Hasta las auxiliares, almas del esfuerzo, la abnegación, el archivo angiográfico, tantas obligaciones. Dios mío!!!, recuerdo cuando el formato era cine, con las películas, su revelado inmediato, ufff…, qué sufrimiento mantener su archivo ordenado y accesible en cualquier momento, qué labor de archivo realizaban de algo tan expansivo como las cajas del cine. Junto a eso, un trato de cariño y profesionalidad con el enfermo, pasando por la maravillosa implicación del celador, que cuando veía estar terminando en una sala, bajaba ya el siguiente para disminuir los tiempos muertos. Todo estaba conjuntado de una forma mágica.
En definitiva, quiero dar fe, por haberlo vivido de primera mano, de que lo conseguido en Reina Sofía ha sido generado por el tesón y la entrega de personas anónimas, sanitarios de auténtica talla, que han afrontado el avance médico con sacrificio y entrega. Tanto en planta, como en registros, como en cateterismo se alcanzó con el tiempo la consciencia de aprender juntos para mejorar juntos, generando así innovación. Algo similar se desarrolló en otros Servicios médicos y quirúrgicos, lo que hizo posible que la población cordobesa sintiera orgullo de su Hospital. Una historia bonita y anónima se dio entre el personal sanitario del Servicio. Las auténticas motivaciones son íntimas, de ahí su anonimato. Pero también de ahí su fuerza y su magia, su disfrute colectivo, su eficacia ante el enfermo y su amargor ante las complicaciones. Siempre todo muy intenso.
Que esta historia bonita se haya dado en Córdoba también me emociona, aunque no me produce sorpresa. Que la Córdoba eterna confiera intensidad acumulada en tan cortos periodos vitales, no puede sorprender a nadie, siempre ocurre así. Todo es lo que es porque antes fue lo que fue.
Una bonita historia real contada con una memoria excelente, aunque ha olvidado mencionar a dos de sus mejores pupilos. Todos nos dejamos parte de nuestras vidas allí, unos más que otros y no sé si la recompensa es equitativa. Normalmente idealizamos lo vivido en el pasado, aunque es cierto que le echamos muchas ganas. Gracias de todas formas por ese recuerdo
Emocionada con el maravilloso artículo que define a la perfección inigualable historia de vocación y esfuerzo. Héroes sin condecoraciones más allá de la satisfacción de aliviar el sufrimiento del paciente y no menos importante, la preocupación de sus familiares. Humilde élite sanitaria a la vanguardia de los avances científicos luchando frente a despreciables intereses económicos de algunos pobres desagradecidos cargados de ego y medallas sin ningún valor. Tengo el privilegio de poder sentirme parte de esa gran familia que fueron los compañeros de mi padre por los que siempre sintió y nos inculcó infinita admiración y cariño. Grandes profesionales que de la manera más humilde y profundamente “humana”, ofrecieron sus vidas, sus eternas horas a cuidar del enfermo. Un engranaje perfecto en el que cada uno cumplía fielmente con su misión para que todo funcionase. Gracias por tanto esfuerzo y enorme sacrificio. Mi padre, Armando Romanos, habría disfrutado mucho leyendo esta gran historia narrada por un admirado compañero valiente y amigo. Debe ser muy bonito vivir sabiendo aliviar el sufrimiento y habiendo salvado tantas vidas. Un fuerte abrazo.
Emotivas palabras Macarena. Muchas gracias. Tu padre siempre en mi corazón. Un abrazo