Las ideas, los pensamientos, el sentimiento y el conocimiento constituyen el acervo común de la humanidad y forman parte sustancial de la propia vida en La Tierra, que va siendo dada en relevos a todas las generaciones. Sin embargo, ese acervo se muestra como algo etéreo, aunque a modo de gas inerte cambia y evoluciona con lentitud.
Parece, como si las ideas que emanan del cerebro, por etéreas que parezcan, no escapasen a las leyes e influencias del mundo físico y biológico. La verdad es siempre relativa y no es fija, sino evolucionaria y ondulante. El conocimiento cambia, oscila y crece, siendo en cada momento acumulativo.
El mismo sentimiento evoluciona y los valores morales ondulan en los tiempos. La verdad cuántica transita, tanto en nuestro ínfimo tiempo vital como en el universal. Quizás el intelecto, como el fotón, es y no es al mismo tiempo, y como una llamarada se enciende, se quema en las vidas y finalmente se apaga, siendo y no siendo, pero perdurando la posibilidad de uso en los hoy aún encendidos.
¿Se puede amar el intelecto del futuro?…Creo que sí, porque de alguna forma seremos partícipes cuánticos, presentes y ausentes a la vez.