El pensamiento humano se ramifica por todas las áreas del conocimiento, ciencias y filosofías. Y al hablar de Ciencia (con mayúscula), en nuestros días encontramos en ella un ejemplo de cómo luchar para esclarecer la verdad. El método científico obliga a demostrar que algo es así o que algo es erróneo. Sólo lo demostrable es verdadero y así es como progresa el saber. Aunque la verdad científica puede costar tiempo demostrarla, si es cierta, siempre alcanza. No hay una verdad ni teoría religiosa ni filosófica capaz de rectificar cuando se demuestra su error o su inutilidad. En cambio, la Ciencia sí lo hace. Rectifica cuando se equivoca y garantiza así el progreso del pensamiento científico.

La Ciencia avanza con verdadero vértigo y nunca antes tuvo tanta necesidad de filtrar los verdaderos avances y no incluir en la alforja lo falso o lo redundante, que llega a ser “pseudo-ciencia” o simplemente divulgación de las ideas de otros. De ahí que el mundo de las ideas plasmadas en artículos científicos tenga tal grado de escrutinio. Al haber tanta inflación de ideas provenientes de todas las partes del mundo, (algunas  buenas), la mayoría es rechazada, parezca buena o no. Nadie que no haya intentado publicar científicamente en revistas de alto impacto en su especialidad puede imaginarse el arduo camino que hay que emprender hasta conseguirlo. El llamado “peer review” de una publicación científica obliga a superar todas las críticas y obstáculos que dificultan su aceptación. Exige un tremendo esfuerzo y concentración su solo intento y, si se consigue, cuando llega a la luz ya nos parece antiguo por su largo recorrido, muchas veces años, suponiendo en verdad algo nuevo en lo que es el avance colectivo.

Bueno pero ¿cómo seleccionar lo mejor sabiendo que siempre todo es opinable y los intereses también priman?. Seguro que esto es así y nuestro grupo lo ha sufrido, pero hay un ingenioso sistema que no engaña. Resulta que para hablar de Ciencia hay que publicar en revistas científicas que tengan “impacto” y que, por tanto, estén en el Index. Con eso solo, nos quitamos a toda la pseudociencia de un plumazo pues hace mucho ruido pero impacta “cero”. Es decir, hablan pero no se les escucha, su nivel no alcanza. Pero ¿cómo entrar en el Index?. Tienen impacto aquellas revistas cuyos artículos son posteriormente citados en alguna de las revistas del propio Index. Si son citados es que la publicación tuvo repercusión y sirvió a otros que ahora publican. De manera que la revista de mayor impacto es aquella que es más veces citada en la literatura científica en el año. El factor de impacto se mide cada año y se modifica acordemente cada dos. Esto es aplicable en toda la Ciencia, habiendo en cada especialidad un ramillete de Journals que son como el “Hola” o “Semana” de los científicos. Bueno pues publicar en nuestros “Hola” y “Semana” ha sido siempre una muy ardua tarea, quizás demasiado dura e ingrata. Pero justo por ahí ha de pasar quien tiene algo que decir o aportar. Competir en esos foros es participar en la Champions de la Ciencia. Los de Segunda, Segunda B, Tercera y Divisiones Regionales no tienen opción a entrar en los auténticos textos de la Ciencia.

Y es que el saber científico progresa como lo hace una balsa de aceite sobre una mesa de mármol. Todo el contenido está en el cuerpo de la balsa pero el avance lo hace y lo incorpora por sus bordes. El saber que progresa es el que está en los bordes y fuera de ellos no hay nada nuevo. De manera que primero hay que estar en el borde del saber o en sus inmediaciones, luego tener una idea que suponga un avance, investigarla y analizar la información de forma científica y ordenada. Si el contenido es relevante, o nos lo parece, escribir un artículo científico que muestre los resultados. La escritura científica no es como esta, que sale tan fácil, exige un nivel de concentración y constricción muy alto en cada impresión personal, ya que lo que no queda demostrado para el “reviewer”, obliga a discutirlo científicamente, modificar expresiones y frases o incluso significados que en principio había. No es posible escribir Ciencia sin una autocrítica y exocríticas exacerbadas.

Cada manuscrito elaborado y sus sucesivas revisiones requieren una altísima concentración para poder concretar el mensaje en una expresión científica que describa bien el avance. Lo cierto es que, si al final es aceptado, el manuscrito publicado lanza un mensaje que es siempre mejor al del manuscrito original, como que hasta se agradece la crítica constructiva. Así es que esta es la forma que tenemos de avanzar en el saber. La súper-selección del mundo de las ideas, del quehacer científico, para hacerlo fructífero y que sirva a la colectividad.

Bien es cierto que ese grado de filtro es también en ocasiones manejado por “lobys” que quieren dirigir, o que no quieren que se destape algo que ellos también estaban investigando. Mafias y rivalidades hasta en el saber, grupos que intentan politizar el conocimiento, sacar partido de posiciones o influencias, dificultando el avance del saber. Pero, en cualquier caso, si una idea sobresale más tarde o más temprano prevalece. No pocos científicos fueron más reconocidos después de su muerte, cuando sus teorías se acababan demostrando. Por tanto, el pensamiento científico ha desarrollado un método para llegar a conocer cada nueva verdad que suponga un avance del borde o “edge” de la balsa de aceite, que es el saber.

La escritura científica y sus textos
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