El “Evolving” plan es algo que la Naturaleza persigue, y no es otra cosa que la integración de toda la vida del planeta en un gran ser planetario. Y resulta que es la humanidad la parte de la vida que ha de conseguirlo, siguiendo simplemente los caminos que el gran plan vaya diseñando. Y es precisamente en el diseño en el que los seres humanos vivientes debemos adquirir nuestra responsabilidad. Para ello hay que empezar a pensar en un primer gran paso. Ya va siendo hora de que se empiece a disponer en este sentido. Ya está bien de “papanatas” decidiendo sin concepto planetario y alejados del conocimiento científico. Somos una mota de polvo sideral, ya va siendo hora de salir de un caldo celular estancado, si somos conscientes del estancamiento. La consciencia pues es el primer escalón colectivo imprescindible. Una vez conscientes, facilitar y no entorpecer el plan, sería el segundo paso.
La vida siempre opta por la transformación paulatina sobre generaciones de corta existencia, por lo que las vivientes apenas captan la evolución de ese cambio, salvo en nuestros días, en los que la evolución parece acelerar. Pero es que, en la actualidad, tenemos el problema de que primero hemos de frenar el acelerón destructivo y, una vez parados tras el frenazo, reorientar la marcha para dirigirla con inteligencia y esto sería necesario hacerlo en el curso de nuestras generaciones. No podemos dejar esa responsabilidad para las venideras, aún ignorantes de nuestro problema global.
Hemos de forzar la evolución generacional, la que puede conseguirse con la rapidez de la aceptación colectiva de la realidad. No hemos de dejar esa tarea para nuestros políticos, que aún se estancan en los egoísmos de sus respectivos países, cuando no en los propios, olvidándose del planeta…(véase Kyoto y Copenhagen, adviertan la postura de Donald Trump, de Putin, de Bolsonaro…de tantos otros locos que nos gobiernan y amenazan el planeta). Nuestro problema no es local, sino absolutamente planetario. Por eso es bobo esperar que la ineptitud de la clase dirigente sea la que nos oriente. Es preciso que surja de la necesidad de actuar, vista por una gran colectividad planetaria. De la imposición silenciosa de la gran mayoría que, aún sin voz, es capaz de sentir colectivamente la infamia de la dirigencia y forzarla a rectificar.
Hoy día, disponemos de medios tecnológicos para conectarnos entre todos cada vez más eficaces. Disponemos por tanto de una gran “conexina” para, precisamente, conectar a cada una de las células del gran ser en construcción. Es preciso salir del caldo celular irrespirable y destructivo para ordenar nuestro tejido, frenar el caos y la destrucción colectiva y componer el diseño del ser. El gran paso sería pues el adquirir la consciencia de esa decisión, porque si así fuera, la aceptación global de un diseño inteligente y ético de favorecer la evolución integradora no tendría obstáculos. El problema es quién o quienes harán ese diseño evolutivo inteligente y ético. No podemos tener esperanzas sobre los políticos. Un gran consejo de sabios pudiera ser la solución, ya que en su elaboración este elenco tendría muy en cuenta los modos de actuación de la Naturaleza en el avance evolutivo. No tendríamos más que imitar y favorecer dichos modos. Si podemos saber cómo actuó la Naturaleza para construir un ser multi-orgánico y pluricelular, desde nuestra perspectiva “unicelular” pudiéramos ayudar a construir.
¿Por qué no ser “evolutivo” y, como tal, llevar a reproducir lo que la naturaleza seleccionó como eficaz en el empeño? Pero en el caldo celular que habitamos no hay orden ni concierto. ¿Qué hizo la Naturaleza en aquellas circunstancias de caldo celular irrespirable donde se come el uno al otro para sobrevivir?…Pues surgió un llamado “accidente simbiótico”, mediante el cual una célula fagocitada se organizaba en el interior de la otra, se formó la mitocondria, para aumentar las funciones, para ser más eficaz en sobrevivir. La línea de construcción de los seres pluricelulares quedó así trazada de tal manera que los seres unicelulares comprendieron que, asociados, podrían conseguir más. Surgieron los Eukariotes. A semejanza de nuestra situación, quizás también “Natura” haya intentado. Es difícil imaginar la fusión de dos personas, pero sí la absoluta identificación y compenetración, llegando a objetivos comunes y a logros insólitos con ello y, a veces, con atractivos momentos de éxtasis, si es el amor el que les une. El amor es un intento de “conexina” o proteína integradora. Si nos amamos, no nos destruimos y además sumamos. En tal grado de indiferenciación estamos que la individualidad perdura y la colectividad, aún un sueño. Sin embargo, se ven los intentos de la Naturaleza por progresar en este sentido y parte de la humanidad dedica su vida al cuidado y apoyo de congéneres con absoluto desprendimiento. Organizaciones no gubernamentales tratan de suplir las carencias que los gobiernos no atienden. El mundo sanitario es también un ejemplo de absoluta entrega hacia el más preciado bien de los demás, la salud. Pero en cambio, son las guerras, la contaminación y la destrucción del planeta lo que sigue predominando.
El objetivo sería encontrar una metodología para poder contribuir cada uno, en un corto espacio temporal, al diseño prolongado de la vida, tratando de impulsar el acuerdo y la suma de seres en un grado de identificación superior. Si miramos hacia atrás y observamos cómo la vida actuó para salir de atolladeros como este, también pudiéramos aprender. La Biología nos enseña el funcionamiento de la vida, podríamos seguir sus pasos. Por ejemplo, quién podría imaginarse unos órganos vivos si no están conectados entre sí. Para nada valen por sí mismos pero juntos funcionan para el conjunto de un ser. Del mismo modo, cómo es posible que en nuestros días existan fronteras entre países y deseos de independencia y aislamiento.
La Tierra es un solo país y la humanidad sus habitantes. No más separaciones ni lejanías en un mundo tendente a la unificación. Sé que será mejor para todos los países una “Unificación” como la de Europa Unida a escala mundial. Cada ser vivo nació en el planeta Tierra y no hay nada en ese minúsculo grano del espacio sideral que no nos pertenezca. Además, los gobiernos planetarios sabrán mejor conseguir la igualdad entre los distintos territorios y sus habitantes. El amor al sitio donde naces y vives no es un sentimiento opuesto a la unificación de todo el globo que solo traerá bienestar y mayor identificación entre todos los pueblos. Es la hora del pueblo sabio e informado. La Tierra, un solo país sin fronteras ni aislamientos. Considerémosla como tal. En manos de un gobierno de sabios, las zonas deprimidas serían compensadas para crecer al unísono de las zonas ricas, que tutelarán la equiparación, siendo conscientes de su necesidad. Nadie debiera de emigrar para encontrar formas de supervivencia, pero el intercambio de personas preparadas entre los países y regiones proporcionará progresos insólitos y ayudará también en la Unificación planetaria.
En definitiva, ese primer gran paso conlleva una convicción mayoritaria junto a una completa desaparición de fronteras y nacionalismos excluyentes. El planeta Tierra, un solo país. Esto es una necesidad imperiosa que no debiera tardar.
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