Es curioso observar cómo el universo Espacio-Tiempo se reproduce y se repite en todos los ámbitos de su existencia. Entre aquellos relacionados con la vida, llama la atención la similitud entre la Gran Explosión del universo (Big Bang) que aún perdura y la tenue explosión larvada de una simple vida. Creámoslo o no, nuestras vidas son una prolongada explosión que es preciso manejar. ¿Quién puede controlar una explosión?. Nadie puede hacerlo, sobre todo las bruscas. Pero quizás si son larvadas algo se puede hacer. Por la necesaria adaptación al hecho de estar explotando de forma continua es preciso navegar en ella. No hay otro remedio.

También de la explosión del Big Bang surgió un extraordinario universo que navega y aún continúa explotando y expandiéndose. Nosotros estamos en esa misma expansión mientras vivimos. El lento explotar nos permite estar, pensar y decidir, tomando decisiones de forma continuada, lo que ocasiona una autentica arborización de nuestro posible destino. Tomar las ramas adecuadas a una expansión coherente con la explosión previa, la ya sucedida. Somos lo que somos porque antes fuimos lo que fuimos y además es preciso continuar siendo.

Una vida vivida de la duración de la mía permite conocerla toda entera justo en este momento, como una película en la que fuimos protagonista, lo seguimos siendo y en la que nos quede, hemos de tratar de dar sentido a toda la expresión vital que la explosión supuso.

Cada explosión es un mundo y nada ni nadie explota igual, ni en duración ni en intensidad ni en virulencia. Sólo navegar en la expansión permite conducir en parte el estruendo del estallido. Compartir con otras mentes conscientes de estar igualmente inmersas en una gran explosión, a la que nos acostumbramos, supone un enriquecimiento en intensidades vitales, el verdadero combustible que mantiene nuestra explosión de vida.

Biológicamente hablando, la explosión mantiene nuestra sangre circulando y transportando nutrientes gracias al mandato energético de nuestro corazón, el más fiel de nuestros órganos. Aplaudo y alabo el esfuerzo que hacen para permitir que siga vivo. Pero también aplaudo todos los procesos ordenados que al comenzar la vida se desarrollaron para crear un ser vivo. O no fue explosiva desde su concepción la expansión  proliferativa (inflacionaria) hasta formar un conglomerado celular llamado “Mórula”. A partir de este conglomerado, la expansión del ser resulta una ordenada planificación para la creación de órganos y sistemas que formen y sustenten la vida. ¿Cómo es posible tanto orden dentro de una explosión?. La materia transformada en vida se ordena en su génesis, su desarrollo y su mantenimiento. ¿Quién dirige ese orden?. Curioso, dentro del caos explosivo, un ordenamiento para generar vida que también arde. Mentalmente hablando, resulta que como la explosión de nuestras vidas crea etapas que se suceden en el tiempo, nuestra vida es lo que ya explotó, (solo dejando memoria), junto a la inevitable explosión actual, que no es moco de pavo. Si hubo un orden biológico ¿por qué no esperar un pensamiento ordenado de los seres vivos, aunque explotando estemos?. Este orden se nos resiste, aunque también sea biológico. Al ser simples células de un  conglomerado, diría yo, para la formación de un ente superior que se ordena a sí mismo, solo podemos esperar llamadas enzimáticas, químicas o eléctricas para realizar acciones identitarias. Somos todos solo uno y a eso deberíamos tender.

Pero qué difícil navegar en ondas expansivas. ¿Surfeamos?…quizás fuera un buen mecanismo para conducirse mejor. La humanidad actual está perpleja de cómo nos dirigimos. Sabemos mucho para soportar tanta inoperancia de los que dirigen el mundo, como si la historia no diera enseñanzas, como si no hubiera existido antes nada. Todos explotamos hoy nuestras vidas en supuestos terrenales absurdos, con guerras, odio y división entre humanos, sin que se escuche a la gran mayoría silenciosa que sueña con un simple ordenamiento. La Tierra, un solo país.