¿Qué actitud colectiva debemos tomar los millones y millones de personas que asistimos atónitos e inquietos a todo lo que le ocurre a la vida en el planeta durante este primer cuarto de siglo XXI? La gran mayoría de humanos estamos perplejos, ante el penoso nivel de los que nos dirigen y ante todo lo que al globo le acontece, (especialmente a nuestra especie), con pandemias y guerras de otras épocas. Al mismo tiempo, la ciencia y la tecnología han llevado al ser humano actual a poner a su alcance todo el saber acumulado, todo a nuestra disposición.
Curiosa paradoja la que se produce, cuanto más sabemos más torpes nos comportamos. Históricamente está demostrado que así es. Repetimos los errores del pasado y volvemos a cuestionarnos lo que ya se probó y fracasó. Si nos fijamos, desde que comenzó el siglo, todo tipo de desastres acontecieron. Desde las torres gemelas, los mayores y más crueles atentados terroristas se fueron diseminando por todo el globo, generalmente contra Occidente. Las interminables guerras de Afganistán, Yemen, Ucrania, Gaza, Sudán, Etiopía, Siria, República Democrática del Congo, Colombia… Y así hasta 56 conflictos activos en el mundo, la mayor cantidad desde la II Guerra Mundial. Además, cada vez tienen un componente internacional mayor, con 92 países involucrados en guerras fuera de sus fronteras, lo que nos tiene con el alma en vilo. Estados totalitarios a estas alturas de la Historia como Cuba, Corea del Norte y otros que lo son pero disfrazados de una pseudo democracia (¿recuerdan el nombre de la Alemania del este “República Democrática de Alemania”? y estaba bajo el yugo comunista). Rusia, China comunista pero capitalizada, Venezuela, Nicaragua, asesinatos y secuestros impunes en Ecuador y otros estados que tienden a esa escabrosa senda, también hay quien lo intenta en España, ya veremos.
Los líderes políticos sensatos han desaparecido y nos gobierna una panda de ineptos (mal elegidos por ellos mismos y por la propia sociedad) que además son corruptos con frecuencia. Que existan hoy en día líderes mundiales como Putin, Trump, Xi Jinping y Kim Jong-un, todos ellos amenazantes de nuevos desastres globales, no es entendible después de la Historia del siglo XX, ¿no tuvimos bastante con Hitler y el comunismo? ¿Dónde están los añorados Kenedy, Adenauer, De Gaulle, Suárez y más reciente Angela Merkel?. Las políticas del nuevo siglo no tienen rumbo ni líderes que acierten a marcarlo. Tensión entre los estados, Europa, Rusia, USA, China, el mundo Islámico. Perenne amenaza de atentados en cualquier parte del mundo y de lo peor, una guerra nuclear.
¿Queremos reproducir lo que ya antes fracasó? ¿No hay otras formas de evolucionar el pensamiento humano que a la gresca? ¿No podemos ir hacia algo que sea más integrador y no tan encarados, guerreros y distantes? Somos todos la misma cosa. El globo es un punto insignificante del Universo. Tendremos que reaccionar y empezar a querernos más y mejor. El problema es que el mal gobernar a los pueblos, o es impuesto por la fuerza o lo permitimos nosotros a la hora de votar. No se puede votar con los intestinos antes que con el cerebro o el corazón. Hay que ser pragmáticos. Si votaste a algo que fue a peor piensa la próxima vez, no es ser del Atleti o del Barcelona, hay que saber elegir. Un mundo democrático y en libertad deberíamos siempre sostener y proteger.
Pero sí, está claro, es la consciencia colectiva del siglo XXI la que está adormecida, atolondrada y perpleja, incapaz de reaccionar. Necesitamos una actitud colectiva para afrontarlo.
La paradoja
Ante este deterioro cognitivo de la humanidad actual resulta paradójico y peculiar que con la ciencia y el conocimiento ocurra lo contrario. Nunca antes sabíamos colectivamente tanto gracias a los desarrollos tecnológicos, al avance médico, biológico, genético, astronómico, climático, energético, agronómico, paleontológico y evolutivo. La ciencia actual sabe mucho y acumula su saber, también sabiendo rectificar cuando algo se ve superado. Los humanos actuales no sabemos reaccionar ante tanto conocimiento acumulado a disposición de todos, en nuestros móviles y ordenadores. La tecnología desarrolla una inteligencia artificial infalible que pudiera beneficiarnos mucho, pero que también puede ser perjudicial. Todo avance favorece tanto al bien como al mal. Será un instrumento para todos. De su correcto uso dependen muchas cosas y es difícil de legislar. Pero volviendo al deterioro cognitivo, si somos capaces de desarrollar una inteligencia artificial cómo no profundizar con más ahínco en el desarrollo de la propia, la que nos puede reconducir, incluso utilizando correctamente esa inteligencia artificial y todo el saber acumulado. ¿Cómo no hacer algo para potenciar la inteligencia propia, que parece dormida en nuestro tiempo? La “consciencia colectiva”, navega a la deriva en un mar atormentado y, lo peor, sin rumbo alguno. Algo tenemos que hacer.
Potenciar la inteligencia humana
Pero pensemos en la inteligencia propia. Nuestro cerebro es una máquina conectada de forma casi infinita y perfecta pero que solo utiliza el 35% de su capacidad. Es mucho lo que podemos obtener de él si lo potenciáramos. Los avances en neurociencias nos muestran cosas maravillosas del cerebro en conexión con todo el organismo y con el medio externo. Hoy día podemos conocer y rastrear cómo las distintas zonas del cerebro se activan cuando acometemos algo, cuando actuamos sobre algo o nos dirigimos a alguien. Sabemos que se activan esas zonas porque sus neuronas generan entonces su actividad eléctrica. Zonas y conexiones que están “on fire”. También se ha estudiado la actividad cerebral en el sueño y cuando estamos despiertos sin hacer nada, abandonados eso sí, a los pensamientos que nos surjan.
Redes neuronales de inactividad
¿Qué es lo que hace el cerebro cuando no hacemos nada?. Desde hace más de 2 décadas, los científicos han acuñado el término “The default mode network” (DMN), las redes cerebrales activas cuando estamos sin hacer nada. En Español podríamos llamarle “las redes neuronales de inactividad”. Una colección de redes activas entre áreas del cerebro no relacionadas aparentemente. Su descubrimiento ha aportado luz sobre cómo nuestro cerebro funciona cuando estamos serenos y sin actividad. Se trata de un trabajo en redes del cerebro, no ya de sus áreas o regiones sino de sus conexiones, cuya esencia maneja nuestra experiencia interna y externa, un estado de alerta mental en el que se recuerdan las pasadas experiencias, se piensa sobre los estados mentales de otras personas, se atisba el futuro y se favorece el proceso del lenguaje. Aunque pueda parecer todo un saco de diferentes redes quizás no relacionadas con el estado cognitivo, este modo de redes parece ser de ayuda en la construcción de una narrativa interior. Ayuda a pensar sobre quién eres en relación al mundo, ayuda a recordar el pasado para así forjar una narrativa personal coherente. Además de este tipo de actuación, las redes dispersas de nuestras neuronas controlan continuamente el mundo propioceptivo, el funcionamiento de los órganos y sistemas que sustentan la vida de cada ser, lo que también proporciona una consciencia orgánica, la interior, también absolutamente genuina y tan asumida que no reparamos en ella.
Ondas de transmisión
También hemos llegado a conocer que las redes neurales emiten en ondas sus señales eléctricas. Algo similar al impulso eléctrico transmitido por las paredes del corazón en forma de ondas que eléctricamente pueden registrarse. Como las ondas rizadas que observamos en un mar en calma (“Neural wave ripples”). En 2010 Zugaro et al mostraron que estas ondas están involucradas en la consolidación de recuerdos que persistan en el largo plazo. Cuando los científicos suprimían o modificaban estas ondas rizadas en ratas, estas mostraban pérdida de memoria en experimentos en los que el recuerdo era imprescindible. Según Zugaro, cuando se destruían las ondas rizadas el animal ya no recordaba nada. Por el contrario, si potenciaba o creaba nuevas ondas rizadas mejoraba la memoria de las ratas. Quedaba claro que las repetidas ondas rizadas sirven de cimentación de la memoria. Con ellas, nuestro cerebro se ensaya constantemente. Incluso en momentos en los que estamos despiertos sin hacer nada, nuestro cerebro continúa ensayando y reproduciendo el pasado. Una secuencia de descargas neuronales específicas repetidas graban las experiencias. Entonces, cuando dormimos el Hipocampo en nuestro cerebro reproduce la secuencia cientos o miles de veces y de forma cada vez más rápida. La frenética emisión de ondas rizadas propaga fuera del Hipocampo (una estación de camino) la memoria de un episodio de experiencia particular para enviarla al cortex, envuelto por completo en el almacenamiento de la memoria a largo plazo.
De manera que conocemos algo de cómo nuestro cerebro funciona y se interconexiona, tanto en la actividad, como en la quietud y en el sueño. El grado de conexiones neurales varía y persiguen un fin concreto. Las ondas rizadas de los impulsos eléctricos surgen y se consolidan. ¿Cómo podríamos potenciar esas conexiones o crear otras nuevas con fines concretos? Las capacidades de conexión en red en nuestro cerebro son casi ilimitadas, de ahí que se considere que estamos al 35% de nuestra capacidad cerebral. Tenemos que ampliar circuitos en nuestro cerebro para aumentar su capacidad, aunque solo sea para que todos comprendamos que es mejor estar en paz.
La Sincronía
Lo cognitivo es algo que ocurre no solo en nuestro interior sino también en el entorno ambiental y con otras personas. Recientes experimentos que estudian la actividad cerebral de personas que trabajan juntas con un fin común -por ejemplo los miembros de una orquesta sinfónica- muestran que las ondas de sus cerebros pueden alinearse en un fenómeno conocido como “sincronización neural interpersonal” o “sincronía intercerebral”. Hay, en la actualidad, muchas investigaciones que muestran que las personas interactuando juntas desarrollan actividades neurales coordinadas que propician la sincronía interpersonal. Los estudios demuestran que la sincronía entre cerebros tiene un gran beneficio, pues resuelve mejor los problemas, mejora la cooperación y el aprendizaje, incluso en comportamientos que ayudan a otros, aún a coste personal. Esa es la sincronía que a veces se adquiere en el mundo médico-sanitario y que yo he tenido la fortuna de percibir en mi equipo. Más fácil de percibir en una buena orquesta pero la sincronía es alcanzable por todo ser humano empeñado en todo aquello que hagamos conjuntamente. Si entendemos bien cómo nuestros cerebros se sincronizan, podríamos comunicarnos mejor y de forma más eficaz y ayudaría a los equipos a cooperar. La sincronía promueve el comportamiento humano cooperativo. Esta capacidad para sincronizar los cerebros es el precursor de la emisión telepática, el más rápido de los lenguajes. A un nivel biológico estamos abocados a conectar y sincronizar. Una vía ya ensayada. Practiquémosla cada vez más y mejor. Sincronicémonos.
La actitud
Todos estos avances en neurociencias pueden acabar mejorando la inteligencia de los humanos porque, observando la actual, más bien parece tonta. Con el deterioro cognitivo que la humanidad entera parece tener, (justo cuando más sabe), es preciso adoptar una actitud colectiva que fuera acorde con los tiempos y que permitiera mejorar las condiciones ambientales. Yo creo que, en la actualidad, procedería comenzar con una actitud circunspecta que fuera mayoritaria. Una actitud circunspecta es una actitud prudente, discreta, mesurada, reservada, moderada, cautelosa, juiciosa y sensata. Con ella mayoritaria cabe expulsar a los torpes que nos dirigen y buscar otras formas de dirigir, por ejemplo solo científicos dirigiendo.
Con una actitud circunspecta global no cabe más camino que el comienzo de la armonía entre los seres vivos en el planeta. Todos con esa actitud, nos ayudaría a buscar una cada vez mayor capacidad asociativa, pacífica y síncrona que uniera a los pueblos. Después, procurar ser todos más cultos y sabios, con una buena utilización de todo el saber a nuestra disposición. La ciencia y la tecnología desarrollarán la inteligencia humana a porcentajes de utilización superiores. Será posible aumentar las conexiones de nuestro cerebro y entre nuestros cerebros, consiguiendo redes interpersonales. Todo un futuro prometedor.
Por el momento, creo que procede empezar por la circunspecta, la sensata.
Amigo, como siempre “magistral”…..
El problema es que al “Sistema” no le interesa tantos años de Paz como llevamos en este 1º cuarto de Siglo